16 dic 2014

Yo también soy un pobre pirata español

Internet ha revolucionado los modos de comunicar y transmitir el discurso. Raquel Sardá Sánchez, profesora en la Facultad de Ciencias de la Comunicación (Universidad Rey Juan Carlos, Madrid), realizó el pasado viernes, 5 de diciembre, una ponencia en la Universidad de La Laguna (Tenerife) sobre las transformaciones que ha sufrido la ficción audiovisual a través de la red.

Entre los temas tratados, se hablaba de la "muerte del autor". "En Internet se da un vacío a la hora de respetar la autoría" señala, abriendo el debate de cómo dar protagonismo al creador en un medio donde la propiedad pierde su sentido de ser. "Muchos autores hacen una apropiación de contenidos que no les pertenecen" asevera, pues día a día sufrimos el plagio, el coloquial "copia y pega". Muchos hemos pecado alguna vez de compartir contenido online sin mencionar al responsable. En un terreno donde todo es de nadie, Raquel Sardá plantea lo que ella llama "democratización de contenido". A raíz de este asunto, deseo adentrarme en los dilemas que está presentando la nueva Ley Lassalle que entrará en vigor en enero.

La Ley de Propiedad Intelectual (LPI o "Ley de Privación Intelectual", como me gusta a mí llamarla) pretende solucionar el dilema de la muerte del autor en Internet, limitando el acceso a ciertos contenidos y penalizando de forma severa a quienes provean links de descarga o visionado directo de películas, series de televisión, etc. La piratería es un delito que posiblemente todos hayamos cometido, y parece que el Gobierno de España ha decidido ponerle fin.



Primero fue el cierre de Seriespepito y Peliculaspepito; la Policía Nacional detuvo a sus administradores al más puro estilo CSI Miami 'redada antidroga'. Después, la famosa web Series.ly lanzó un informe donde avisaba a sus usuarios de la retirada de aquellos enlaces que fueran contra la nueva ley (vamos, todo su contenido potencial, a excepción de las URL a páginas como wuaki, filminiTunes o cualquier otra web donde haya que pagar unos 5€ para ver una película de esas cutres, que pone Antena 3 los domingos por la tarde). Parecía el apocalipsis, pero algunos optimistas decían "eh, no pasa nada, aún nos queda The Pirate Ebay para descargar vía uTorrent"... ¿adivináis qué sucedió a continuación? En efecto: Murphy movió sus hilos y la policía sueca cerró el portal (aunque, entre nosotros, -tarde o temprano- el barco pirata renacerá de sus cenizas, como ya ha hecho con anterioridad). Llegados a este punto, cualquier cinéfilo o seriéfilo español estaría recorriendo foros sudamericanos donde encontrar links de descarga para hacer acopio de contenido ilegal hasta que pase la tormenta (porque, seamos realistas, esta ley no va a durar demasiado). Entonces, para colmar el vaso, Google News cierra en España debido a la LPI, que les hubiera forzado a pagar por cada noticia que compartiesen, algo que no les saldría especialmente rentable. 

Sé que puede parecer que defiendo la piratería, pero no es así. Considero que todos hemos de ser recompensados por nuestro trabajo, y entiendo que se lleven a cabo este tipo de medidas. Sin embargo, no podemos perder de vista la realidad. Tal y como decía Raquel Sardá, la red ha democratizado el contenido. La economía se ha topado con un gigante al que no puede vencer: el entretenimiento y la cultura gratuitos. Se pretende mantener en pie un modelo de consumo que ya no entendemos, pues ¿por qué pagar si puedo optar por no hacerlo?


La gente sigue consumiendo, pero es más selectiva. Yo continuo yendo al cine varias veces al mes, pero a las películas que más me interesan y en días del espectador. Nadie paga 10€ por ver algo que tiene pinta de bodrio comercial, ya que lamentablemente esa es la oferta cultural actual: una retahíla de productos sin valor, creados para las masas y servidos a precios desmesurados, pues lo único relevante es hacer negocio. Luego se quejan de que las salas de cine estén vacías, a pesar de que la gente siga llenando el aforo los días de descuento. Pero el problema es culpa nuestra, por no comprar basura a precios irrazonables. E igual que con el cine, sucede con la música, los DVDs, la literatura, o lo que sea.

Si no se compra entretenimiento, en lugar de intentar retener a la gente, que se adapten los modelos al nuevo tipo de consumo. Servicios como Spotify han ayudado a reducir la piratería musical y funcionan a la perfección. El truco está en mantener la gratuidad que aporta de por sí Internet, junto a una amplia oferta de contenido. Los beneficios entran a través de la publicidad y además se remunera a los autores por cada reproducción que recibe su producto. ¿Costaría tanto adaptar el mercado cinematográfico/televisivo/literario a este sistema? Lo dudo, pero es más fácil coartar la libertad de la gente.

Con Internet hemos dejado de ser tan tontos y sólo pagamos por aquello que merezca realmente la pena. Mi casa parece un videoclub por todas las películas que tengo compradas, antes también consumía CDs, pero la crisis aprieta. Ahora me permito algún libro de segunda mano de vez en cuando y ya es mucho. Porque esa es otra, el gobierno español pretende que la gente gaste un dinero que no tiene. 'Panem et circenses' se decía, pero hoy ni eso. Nos han robado el pan y nos han cerrado el circo. Tal vez pretendan promover el mercado nacional, o deseen que nos sentemos en manada a ver Telecinco; cuanta menos cultura tengamos, menos pensaremos. Siempre he sospechado que el sueño de todo político es manejar los hilos de un país voluble, manso y alienado.

Puede que hayan ganado esta batalla, pero olvidan un punto importante: Internet es la máxima expresión de libertad; si lo intentas aherrojar, las cadenas te golpearán cuando se rompan.

Porque tened por seguro que se romperán.



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